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jueves, 24 de noviembre de 2011

Freddie, la voz que perdurará para siempre



     El 24 de noviembre de 1991, apenas 24 horas antes de anunciar un secreto a voces (tenía SIDA), Freddie Mercury falleció en su casa de Londres y se convirtió en una de las más grandes leyendas del rock universal. Han pasado ya 20 años desde que Frederick Bulsara (su nombre real) nos dejó. Así que es obligado hacerle un pequeño y humilde homenaje desde las páginas de Jungleland.

     Corría el año 1984 cuando le conocí. El tanzano de Zanzíbar tenía 38 años. Yo solo 9. Y la primera imagen que recuerdo de él es bailando, pasando la aspiradora, vestido de mujer y luciendo bigote. Debéis entender que aquella imagen me impactó sobremanera. Me quedé alucinado ante la pantalla. Y también mi madre. A ella le impactó menos, pero rió. Rió mucho. Y yo la seguí. Lo de menos era la música en aquel momento. Ese día mi madre y yo empezamos a amar a Freddie. A ella no le gusta el rock. A mí me apasiona. Y se lo debo todo a Bruce Springsteen, a U2 y a Queen y Freddie Mercury.

     Desde entonces seguí cada uno de los pasos de Queen. Por desgracia, cada vez se prodigaron menos a la hora de grabar y de hacer giras: solo tres discos en los siguientes siete años y una única gira (tras el disco "A Kind Of Magic"). En agosto de 1986 tuvo lugar el último concierto de Queen con Freddie Mercury al frente. Durante los siguientes años hubo multitud de rumores sobre la causa de que el grupo se negara a dar lo que hasta entonces eran reconocidos como los más auténticos y espectaculares shows en vivo. En efecto, más allá de los grandes discos que publicaron el fuerte de Queen era el directo. Y Freddie era un maestro de ceremonias como no ha habido otro.

     Mercury era inagotable. Aguantaba hasta tres horas en el escenario y ni él sabía con qué iba a sorprender a su audiencia en la siguiente canción. Sus compañeros, obviamente, tampoco. Pero siempre seguían sus bromas y sus excentricidades. Sí, Freddie era un excéntrico: como casi todos los genios del arte universal. A mí me encantaba. Y supongo que también a todos vosotros. Sin embargo, tras ese semblante extrovertido se escondía un personaje muy diferente: tímido, extremadamente reservado y poco hablador.

     Prueba de ello fue el comunicado en el que reconoció que padecía SIDA, el día 23 de noviembre de 1991, tras negarlo en diversas ocasiones: "Siguiendo la enorme conjetura de la prensa de las últimas dos semanas, es mi deseo confirmar que padezco sida. Sentí que era correcto mantener esta información en privado hasta el día de la fecha para proteger la privacidad de los que me rodean. Sin embargo, ha llegado la hora de que mis amigos y seguidores conozcan la verdad y espero que todos se unan a mí y a mis médicos para combatir esta terrible enfermedad. Mi privacidad ha sido siempre muy importante para mí y soy famoso por prácticamente no dar entrevistas. Esta política continuará." No fue posible. Murió al día siguiente por una bronconeumonía complicada por dicha enfermedad.

     Como no tuve ocasión de verles jamás en directo me tuve que conformar con sus vídeo-clips y sus conciertos enlatados. ¿Quién no ha disfrutado alguna vez viendo el Live At Wembley de 1986 o su intervención en el Live Aid de 1985? Sin ninguna duda, Queen tenía una fuerza, una energía y una vitalidad a prueba de bombas. Y buena parte de ello era gracias a él. Por no hablar de su voz.

     Freddie tenía voz de tenor. Un crítico la describió así: "[en] la escala de algunos compases va de un gruñido tipo rock gutural a tierno y vibrante tenor, y luego a un tono de alta coloratura, perfecta, pura y cristalina en la parte alta". Y Montserrat Caballé afirmó que " la diferencia entre Freddie y la mayoría de las estrellas de rock es que él vendía la voz". Y era algo natural, pues nunca recibió clases de canto. Su cantante favorita siempre fue Aretha Franklin.

     ¿Y como compositor? También en esta faceta fue un auténtico genio. Solo él fue (y es) capaz de componer piezas tan intrincadas como "Bohemian Rhapsody", con multitud de cambios de registro de todo tipo e incorporando coros operísticos, guitarras, bajos y hasta un extraordinario piano de una riqueza inalcanzable para cualquier otro músico. Pero no solo eso: compuso extraordinarias piezas  puramente rockabilly ("Crazy Little Thing Called Love"), rockeras en el pleno sentido de la palabra ("Killer Queen") y hasta heavy clásico ("Son And Daughter"). Y sus baladas son antológicas ("Love Of My Life" o "Who Wants To Live Forever"). Su abanico de temas, registros e instrumentos aún no ha sido superado. Mercury tocaba el piano, la guitarra y el sintetizador de forma magistral.

     En solitario editó dos discos: "Mr. Bad Guy" y "Barcelona". Joyas como "Living On My Own" o "I Was Born To Love You" salieron del primero de ellos, un disco popero y discotequero, sonando en numerosas discotecas ya en los noventa. Del segundo, más tradicional y operístico, salió el himno de las Olimpiadas de 1992, un año después de su muerte. Además, lanzó numerosos sancillos, destacando una sublime versión de "The Great Pretender" de The Platters.

     Freddie se fue hace 20 años. Recuerdo perfectamente que ha sido, hasta la fecha, una de las muertes que más me ha costado superar. Me acordé de él cada día durante meses: hace una semana, hace un mes, hace dos meses, hace tres meses...me repetía a mí mismo para asimilar que era cierto. Sí, Freddie nos dejó. Pero nos queda su talento, su genio, su extravagancia. Por supuesto, nos quedan, también, su música y su voz. Una voz que perdurará para siempre...