LIBROS

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martes, 29 de abril de 2014

Tren de noche a Lisboa. Bille August. 2013.





     Basada en la novela homónima del escritor suizo Pascal Mercier (2008) Tren de noche a Lisboa nos sumerge en un viaje hacia el interior del profesor de latín Raimund Gregorius, interpretado de forma magistral por Jeremy Irons (El mercader de Venecia, La misión o La casa de los espíritus, entre muchas otras). Un viaje, como decía, hacia los misterios de la vida, del amor y de la literatura.

     Una joven a punto de saltar de un puente de Berna y un misterioso libro escrito por un desconocido autor portugués, Amadeu de Prado, marcan el inicio de esta travesía por los laberintos de la mente humana. El erudito y conservador hombre al que da cuerpo Irons sentirá la llamada de la aventura de su propio interior, lo que le hará salir de su monotonía y su corrección habitual para con sus quehaceres cotidianos para embarcarse en un tren destino a Lisboa.

     La belleza de Lisboa, unida a la narrativa y pensamientos de de Prado - en relación al amor, a la amistad, al coraje, al sentido del deber y a la muerte -, harán que Raimund se vea obligado a buscar al autor por toda la ciudad. Pronto descubre que este murió muy joven, antes incluso de la publicación de su libro. Médico excepcional, poeta, orfebre de las palabras, explorador de la vida y de la muerte y militante comprometido de la resistencia al dictador Salazar anterior a la Revolución de los Claveles, Amadeu legó en su única obra la respuesta a la mayoría de temas que atormentan al viejo profesor suizo.

     La búsqueda del escritor pondrá en contacto a Raimund con varias personas que le conocieron en vida. Gracias a cada uno de los testimonios de tan entrañables personajes irá encajando las piezas del complicado puzzle en que se convierte su investigación de los hechos. Una investigación que le hará vencer el principal sentimiento que le hace la vida imposible desde años atrás: la culpa por no haber arriesgado un poco más en su vida anterior.

     El danés Bille August - Los miserables (1998), Sentencia de muerte, Jerusalén y Pelle el conquistador (Oscar a la mejor película extranjera, Palma de Oro y Globo de Oro) -, bajo guión de Ulrich Herrmann y Greg Latter (siempre sin perder de vista la novela de Mercier), dirige esta producción alemana protagonizada, además de por Irons, por Jack Huston (El jardín del Edén o Cabeza de muerte) en el papel de Amadeu de Prado; Mélanie Laurent (Malditos bastardos o Ahora me ves...) como Stefania, la bella joven que pondrá a prueba la fraternal amistad entre Amadeu y Jorge; Martina Gedeck (La vida de los otros o Clara) como Mariana, la oftalmóloga lisboeta con quien se relacionará el protagonista principal de la trama; y los renombrados Christopher Lee y Charlotte Rampling. 

     La cinta, de gran corazón, ternura y melancolía, nos sitúa ante dilemas tales como: ¿es posible la amistad entre gente de distintos extractos sociales?, ¿debe un médico saltarse el juramento hipocrático en defensa de los intereses del pueblo?, ¿vale todo en el amor? o ¿existen la amistad y el amor eternos? Dilemas morales de difícil respuesta y actuación que pondrán a los distintos personajes ante situaciones en las que deberán actuar eligiendo entre la cabeza y el corazón, entre el bien y el mal, entre el deber y el placer.

     Uno de los fuertes de la película, a mi juicio, es el tratamiento psicológico de los personajes. Cada acción, cada palabra, cada gesto de todos ellos responde a algo que será importante para la trama de la misma en momentos posteriores. El hilo narrativo no se pierde en ningún momento, atrapando al espectador desde el principio. Y hasta hay lugar para alguna que otra sorpresa. 

     Resulta complicado unir en una misma acción temas como el amor, la amistad, la historia, el misterio y la literatura. Y, sin embargo, y por ello me ha fascinado este film, director, guionistas y actores lo han conseguido. Sin duda, una de las películas del año. Todavía está disponible en algunos cines de las capitales de nuestro país. Que nadie dude en acercarse a uno de ellos. No se arrepentirá. Y quizás, como lo ocurre a Jeremy Irons, decida algo importante sobre su vida futura...